Cada mañana iba al instituto a su hora, pasaba largo tiempo delante de su taquilla escogiendo los libros de las asignaturas que tendría ese día y mirando la foto colgada en la rejilla donde aparecía él de pequeño. Se preguntaba qué había sido de ese niño, tan sonriente e ingenuo, dónde habían quedado sus metas, su pasión por el fútbol y los polos de fresa.
Había sido hace un par de años cuando su familia se redujo. Su hermano mayor, soldado en Afganistán, no volvió a escribir más y él tuvo que ocupar todo el espacio vacío que dejó, hasta que no aguantó más y decidió pasar inadvertido.
Ella era irónica, entusiasta y no le asustaba nada. Venia de una ciudad grande y estaba acostumbrada a ser una más y dentro de ello, la mejor.
Era nueva en la ciudad y tenia miedo de no encajar, porque como todo el mundo sabe, todo depende del primer día, de la primera impresión y de quien se siente contigo en el comedor.
Su familia era bohemia, dedicada al mundo de las artes pero cansados y decididos a empezar de nuevo en otro sitio se mudaron a un pueblo bonito pero pequeño. Después de los escándalos que tuvo en los medios el patriarca no quedó más remedio.
No tenia ni idea de por donde llegar al despacho del director, así que se decidió a preguntar a un chico alto y con chaqueta de cuero. Con el pelo revuelto y que llevaba los cascos a máximo volumen de un grupo que parecía que chillaba en vez de cantar.
Y se conocieron.
Y como en todas las historias...lo de siempre.
Alguien se enamora, alguien sufre, y te levantas con 5€ menos en el bolsillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario